martes, 24 de diciembre de 2013

segundo siete




una casa sin vecinos. no una casa en medio del bosque. no una casa de playa virgen. no una casa de campo santo. una casa sin vecinos. una casa rodeada de otras casas llenas de vecinos muertos. una casa con mucho olor a vecino muerto. una casa con el desdén de haber hecho trabajo forzado forzando al vecino a acabar con su casa. con su hogar y su vida. una casa con hedor de soledad tranquila. una casa en donde el domingo amanezca de moscas y sonidos zumbantes entre el alcohol y la droga de la noche anterior festejando la ahora falta de vecinos por siempre. esperanzador por siempre. una casa en donde se pueda leer la biblia en silencio y hablar con madre en el teléfono sin ruido a respiración vecina. sin ruido a cercanía. una casa feliz. una casa en donde amen los amantes el sonido que escucharían los vecinos si aun vivieran. una casa perfecta y ausente de derredores en vecinos. una casa sin niños ajenos, sin televisiones ajenadas, sin gritos de goles de otros y no nuestros... te amo en esta casa. te quiero en mi casa lo antes que puedas para festejar las bodas de canaán con aguavino y sin vecinos. hemos de ser felices, hasta podría aceptar un perro que lama las llagas de los ya deshechos vecinos. de los descompuestos ex vecinos. una casa tan hermosa y cálida rodeada del frío de los cuerpos vecinos que alguien inhumará de llanto y mientras tanto mi casa sin vecinos de paraísos cercanos y míos es menos que compañía, más que profundo silencio y sosiego.