viernes, 24 de marzo de 2023

Embalar.


Todo en un bolso. Quizá la mejor manera de acercarse al mundo. O escaparse del resto. Poner metódicamente, ordenadamente, previsoramente todo en un bolso. Papel, tinta, cámara de fotos, boletos de colectivo, libros, los amigos lejanos, dinero argentino, el barrio a la tarde, dinero extranjero, los proyectos futuros, toalla de viaje, el deseo, otros viajes, otro mar, otra arena, dentífrico, la cerveza artesanal de festejo de cumpleaños, las borracheras imperdonables, lo que nunca debió decirse, las uvas, el veintiséis de diciembre, los tatuajes, lo que nos salva, lo que nos deja de salvar, lo que falta, los eternos ausentes desde hace no tanto, las familias que no fueron, los amantes intercontinentales, los desayunos americanos, los alemanes, el huevo frito con café, los rituales del clan y las trece formas de incorporar alcohol a través de la sonrisa sin perder la elegancia.
Si miramos bien, si disponemos con inteligencia, todo, hasta el último saludo por un teléfono mudo, cabe en un solo bolso. Que no pesa tanto. Que casi no se siente al andar. Que se carga menos que con molestia con apego; a lo largo de las playas que sean, en el rincón del mundo que sea.

/2016

lunes, 15 de mayo de 2017

Android



En el bondi viaja un tipo
con el celular al caño
escucha propagandas
ofertas
resúmenes
desastres climatológicos
historias de treinta segundos
se mete en esos cuentos
se hace parte
los vivencia
los imagina, los lee, los proyecta
empatiza, se emociona
toca la pantalla
y todo se cierra.

No puedo evitar
notarlo,
todo lo que toca el tipo 
todo lo que toca el tipo 
todo lo que toca el tipo 
se desvanece,
y es que android es un gran sistema.

En el bondi viaja ese tipo.
Yo no le pido que baje el volumen
ni le digo lo poco que me importan sus noticias
ni sus historias,
quizá tiene algo para decir y no lo logra decir;
quizá se está anulando hasta lo imposible
(escuchar ofertas en un colectivo es lo imposible)
para no pensar más.

Quizá no es mal tipo
lo agarré en un día de mierda
para explicar lo inexplicable.
Quizá si le digo que baje el puto volumen
o no vuelva a mezclar las pastillas con alcohol
que es lo peor que le puede pasar
además de las casualidades
me ponga un dedo en la pantalla

y me desvanezca.



miércoles, 19 de abril de 2017

Lámpara de lava


Ahora necesito una lámpara de lava. Con parafina en el agua. Con luz que arda y caliente los resortes en el fondo y eleve, aunque sea una ilusión óptica, la cera blanca que se va, se va, se va, se va simple.

Qué tal, necesito una lámpara de lava. Salir a buscarla. Que me la vendan. Pedir relojes y que me den la lámpara. Pedir cualquier cosa y que me den la lámpara. Pedir deseos y que me den la lámpara.


Una lámpara y luces que intermitan. La excusa perfecta para volver a abrir la boca. La necesidad de cambiar de letras. De contar otras cosas distintas a las de siempre. La intención de salvarse debe estar en algún lado dentro de esa lámpara. Que tiñe de mañana o de noche las paredes de manos rojas y las ventanas de lluvia sepia.