Ahora necesito una lámpara
de lava. Con parafina en el agua. Con luz que arda y caliente los resortes en
el fondo y eleve, aunque sea una ilusión óptica, la cera blanca que se va, se
va, se va, se va simple.
Qué tal, necesito una lámpara de lava. Salir a
buscarla. Que me la vendan. Pedir relojes y que me den la lámpara. Pedir cualquier
cosa y que me den la lámpara. Pedir deseos y que me den la lámpara.
Una lámpara y luces que
intermitan. La excusa perfecta para volver a abrir la boca. La necesidad de
cambiar de letras. De contar otras cosas distintas a las de siempre. La intención
de salvarse debe estar en algún lado dentro de esa lámpara. Que tiñe de mañana o
de noche las paredes de manos rojas y las ventanas de lluvia sepia.
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