viernes, 24 de marzo de 2023

Embalar.


Todo en un bolso. Quizá la mejor manera de acercarse al mundo. O escaparse del resto. Poner metódicamente, ordenadamente, previsoramente todo en un bolso. Papel, tinta, cámara de fotos, boletos de colectivo, libros, los amigos lejanos, dinero argentino, el barrio a la tarde, dinero extranjero, los proyectos futuros, toalla de viaje, el deseo, otros viajes, otro mar, otra arena, dentífrico, la cerveza artesanal de festejo de cumpleaños, las borracheras imperdonables, lo que nunca debió decirse, las uvas, el veintiséis de diciembre, los tatuajes, lo que nos salva, lo que nos deja de salvar, lo que falta, los eternos ausentes desde hace no tanto, las familias que no fueron, los amantes intercontinentales, los desayunos americanos, los alemanes, el huevo frito con café, los rituales del clan y las trece formas de incorporar alcohol a través de la sonrisa sin perder la elegancia.
Si miramos bien, si disponemos con inteligencia, todo, hasta el último saludo por un teléfono mudo, cabe en un solo bolso. Que no pesa tanto. Que casi no se siente al andar. Que se carga menos que con molestia con apego; a lo largo de las playas que sean, en el rincón del mundo que sea.

/2016

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