así como tampoco se espera que ganen, ni que les interese siquiera ese triunfo.
Con esa idea en la cabeza - idea bien agradecida que no hacía menos que rejuvenecerme- caminaba entre sillas buscando la última puerta que me sacara del olor a humedad y cigarrillo impregnado en ese antro, esquivando vasos a medio terminar y ceniceros y maní y mesas con notas escritas a mano en birome azul que decían que hay sentimientos que se guardan en algún lugar de nosotros y desde ahí se las ingenian para seguir largamente vivos a pesar de que muchas veces intentamos desterrarlos y al fin creemos que los hemos echado fuera de cada parte de nuestro cuerpo, tan implacables somos, y no hay forma de saber con certeza si lo hemos logrado o aún siguen ahí; sólo, como decís vos, a través de un abrazo que deje estela, la proximidad de los mundos saliendo de nuestras bocas, las voces en la escalera hasta que los destellos de las cinco y media cortan el aire, podemos notar que aún están y sentir si se refortalecen y nos van invadiendo otra vez como nos invade el pecho el calor de los buenos vinos.