Alinee dos coincidencias. Resuelva en el sentido de la flecha. Fomente el azar. Arroje una moneda. Olvide la cuestión. Duerma un poco. Decida en base a lo que soñó. Delegue. Pregunte cualquier cosa y decida por analogía en base a la respuesta de su interlocutor. Deje correr el tiempo: puede que se resuelva solo. No deje correr tanto tiempo: puede que lo empeore. Considere que su decisión, en muchos casos, puede alcanzar y dañar a terceros. Investigue acerca de la cuestión a decidir. Todo lo que pueda. Internet no es suficiente; hable con familiares, vecinos y principalmente cajeras del supermercado chino. Tenga en cuenta que todo lo que haga desde el momento en que se le plantea la cuestión a decidir influirá fatal pero causalmente sobre el resultado de la decisión; a quién se lo cuente, a quien no se lo cuente, si piensa demasiado en ello, si no lo piensa lo suficiente, si somatiza en consecuencia y su organismo se enferma a causa del estrés de pensarlo, si elije solucionar primero el asunto del estrés para luego volver al de raíz o cree que tomar una decisión privado de su estado total de salud será beneficioso; o no; si va al médico y este le prohíbe terminantemente toda temática en la que se ocupaba antes de visitarlo para salvaguardar su bienestar, si gastó una fortuna en la consulta y no le alcanza para lo recetado, si pide fiado o le avergüenza la situación, si vuelve a su casa con antigripales y sin poder comunicarse del todo bien por la disfonía y no tiene más que ganas de meterse en la cama y dormir un poco; si al otro día no siente ganas de levantarse o de despertarse del todo pero eventualmente se despierta aunque no se levanta, si sería bueno olvidarse de lo que tenía que resolver y no decidir nada al respecto porque tomar decisiones definitivamente a usted le cuesta demasiado.

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