Acaso el mundo está hecho de pequeñas conexiones, frágiles y continuas, de al menos tres o cuatro lazos. Acaso se puedan contar las personas que hemos conocido a lo largo de nuestra vida en tres o cuatro fotos de tres o cuatro gentes que han sido tres o cuatro veces las mismas personas. Que han vivido tres o cuatro veces a lo largo del tiempo eterno tres o cuatro vidas bastante diferentes entre sí pero tres o cuatro al fin. Que nos han dicho tres o cuatro palabras de una vez o en tres ocasiones, acaso cuatro. Acaso el tiempo no pueda medirse ya de otra forma que en tres o cuatro cuartos de tiempo. En vidas de terceros que son cercanos en tercer grado, dentro o fuera de nuestros cuartos. En cuartos que aún quedan del vino a medias o todo esparcido por el cuarto, ya perdido. Enlazado a cadenas de oraciones que se enlazan a cadenas de personas que se unen entre sí por grados de tres o cuatro vínculos que se repiten y repiten y repiten y repiten y repiten hasta el número que ya no es tres ni cuatro pero nos deja ver casi entre destellos de insights preciados y preciosos como los diamantes para siempre que todo está así de cerca y al alcance e infinitamente unido hasta la lejanía infinita por lazos de tres y lazos de cuatro.
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